El langostino ha aprovechado las últimas tres semanas para hacer lo que mejor se le da: crecer y moverse como si tuviera el baile de san Vito. Lejos de los focos de la opinión pública y sin salir en este blog, el tío se ha ido haciendo más grande y ha desarrollado una tabla de ejercicios gimnásticos que comienza a eso de las ocho de la tarde y ya no termina hasta la mañana del día siguiente. Qué tal se lleva eso de ser el polideportivo y jacuzzi, todo en uno, de tan activo molusco, es algo que nos tendrá que contar la Cigala. Aunque las malas noches que le está haciendo pasar este medallista en potencia no auguran una respuesta muy, digamos, maternal. Por su parte el Centollo se alegra de esa comunicación consistente en notar al tacto los movimientos del bichejo. El enano intenta darme patadas, pero se las lleva todas la Cigala. En el patio del cole, conseguir algo así era el summum de la estrategia.
El langostino, por cierto, ya tiene nombre. Nosotros lo usamos para hablarle y pedirle que se comporte, así se va acostumbrando. Él lo usa para ignorarnos y hacer como que no va con él. Así nos va acostubrando él a nosotros.
Creo que él lo tiene más claro y, sobre todo, tiene más presciencia.
sábado, 20 de septiembre de 2008
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