viernes, 17 de abril de 2009
Viernes por la tarde
Por fin es viernes por la tarde y nuestro protagonista se toma un merecido respiro tras el estrés de la jornada y, por qué no decirlo, de la semana.
Al fin y al cabo, no es poca cosa tener que educar a dos adultos y enderezarles por la vía de la obediencia, el respeto a la autoridad (que en esta casa emana de abajo a arriba, esto no es ninguna tiranía, ¿eh?) y la observancia de las normas (que el langostín se va inventando sobre la marcha, aquí no hay dogmatismo, ni esclerosis programática, ni dios que se aclare).
Claro que el langostín, que es un educador de vocación y un pedagogo de raza, no escatima recursos con tal de formar, cual alfarero con la archilla, a sus atolondrados pupilos. Sus herramientas son tan ancestrales como efectivas: buenos pulmones, altísimas expectativas sobre sus educandos (como el efecto Pigmalión pero a lo bestia), severidad en la exigencia, suavidad en la apariencia, un poco de zanahoria (risitas y gorjeos) y bastante, bastante palo.
Así que mientras los-que-le-metieron-en-todo-esto se repasan bien repasadita la lección (no sabemos dónde, en este blog siempre andan como fuera de plano), nuestro héroe disfruta del descanso del guerrero actualizando su ya vasta cultura pedagógico-audiovisual (o sea, viéndose un Baby Einstein) enfundado en un juvenil atuendo, elegante a la par que informal.
Y así queda graciosamente inaugurado el fin de semana.
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