El Langostín debe de estar pletórico.
Como el tío pesa un kilo (¡cuidado!) y el miércoles pasó la ITV del ginecólogo sin mayores problemas, como tienes espacio para moverse y dos extrañas voces que le hablan, como cuando tiene hambre le basta con empezar a revolverse y a sorber hasta dejar sin reservas a la Cigala, que corre a echarle cosas ricas al líquido amniótico, como es el más chulo de su pequeño barrio, como se cree que es el rey del mambo...
... el otro día convirtió una clase de yoga en un concurso de kick boxing. Donde tocaba respiración, relajación, armonía y concentración, él aportó acción, emoción, voltereta y patadón. Todo ello con la Cigala como tatami.
"¡Halasana!", decía la monitora de yoga. "¡Pues hale, harasana va!", decía la Cigala. "¡Paschimottana asana!", pues venga, "¡Ardha matsiendra asana!", pues vale, y venga asanas!
Y con tanto movimiento, hiperoxigenación y cambio de orientación, al Langostín se le despertó el instinto ninja. "¿Quién me está moviendo tanto? ¡Y a la hora de la siesta!", pensaba por su parte el marisco aquel. "¿Será que nos atacan?". Y patada va, patada viene, nuestro valiente crustáceo restableció el orden, la quietud y, sobre todo, la ley del más fuerte.
"¡Banzaaaaaaaiiiii!"
domingo, 5 de octubre de 2008
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