viernes, 24 de octubre de 2008

Curso de Preparación al Parto (I)

El lunes de la semana pasada fuimos a nuestra primera sesión del curso de preparación al parto. Creo que ahora lo llaman de Preparación para la Maternidad y/o Paternidad, porque le quieren dar un enfoque más holístico, y no tan centrado en el Día D.

Da igual cómo lo llamen, estoy seguro de que tod@s estamos pensando en lo mismo, o sea, en tirarse a las colchonetas a simular un parto y nada más que un parto. Espatarrarse fingiendo contracciones espasmódicas, respirar como una locomotora, apretujar la mano del acompañante hasta hacerle crujir unas falanges, y finalmente lanzar un alarido de triunfo que haga saltar las alarmas de los coches y los comercios de toda la manzana. Somos una generación a la que la tele y el cine nos enseñó el 90% de lo necesario para salir adelante en cualquier situación. Para el 10% restante, están los cursos.

Éramos un grupo bastante numeroso, de unas veinte mujeres y cinco tíos, y la primera sesión fue decepcionante. La matrona hizo que todas las futuras madres, una por una, contaran cómo se encontraban físicamente y si tenían algún miedo relacionado con los cambios físicos del embarazo y con el parto. Después de cada intervención, la misma matrona replicaba para venir a decir que no había ningún motivo para preocuparse. Vamos, venía a decir que todo lo que habían dicho las intervinientes eran poco menos que chorradas. Y después, otra ronda para hablar de los cambios emocionales y de los miedos psicológicos. Y vuelta a rebatir lo que se acababa de decir. Todavía no sabemos muy bien para qué servía todo aquello.

Para empeorar las cosas, ninguna de las participantes dijo tener miedo al dolor. Salieron todo tipo de miedos y temores, pero del dolor en el parto, ni una palabra. Yo creo que eso la matrona no se lo esperaba. A lo mejor se quedó un poco frustrada.

Y cuando tocaba irse, tras dos horas de terapia de grupo, la matrona hizo ejecutar a toda prisa al grupo (excepto a los varones) unos ejercicios sobre la colchoneta, para mejorar la circulación, fortalecer la espalda y la musculatura pubococcígea, y poco más. Lo más destacable es el intenso olor a pies que se adueñó de la sala.



El pasado lunes, para la segunda clase, la Cigala y yo ya estábamos maleados y nos sentamos en la última fila para poder intercambiar comentarios maliciosos. La cosa remontó ligeramente el vuelo. Comenzó con un vídeo sobre el proceso del embarazo desde la concepción hasta el parto. Fue de lo menos gore que llevamos visto sobre el tema. Al chaval protagonista lo acababan sacando de su guarida a tirones de la cabeza, como cuando se atascan las máquinas de hacer morcillas. Espero que fuera un actor (Danny De Vito, posiblemente). La matrona debió de detectar algunas caras de horror y se apresuró a explicar que el vídeo era un poco anticuado y que hoy en día no se pegan esos tirones del cráneo de los neonatos. Hoy en día la doctrina es tirar de ellos cogiéndoles de las axilas. Es un gran avance.

El resto de la clase fue más bien teórica, sobre las formas y posiciones en que se puede colocar un chaval en el vientre de su madre, y sobre los casos en que hay que hacer cesárea. Como suele suceder, de tanto pasar revista a todas las complicaciones y a todo lo que puede salir mal, al final te quedas preguntándote, "¿pero es que hay alguna posibilidad, por remota que parezca, de que mi langostín nazca simplemente asomando el colodrillo y luego todo el resto por el mismo camino por el que entró?" Y bien remota que parece esa hipótesis, sí.

Y de colofón, más ejercicios de suelo para ellas. Nosotros, que en esta ocasión éramos como diez, nos quedamos otra vez sin poder pasar a la acción, mirando el panorama. Pero nuestra oportunidad se acerca.

Lo presiento.

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