miércoles, 18 de junio de 2008

De zorros, rosas y langostinos

Tú no eres para mí todavía más que un chico igual a otros cien mil chicos y no te necesito para nada... Tampoco tu tienes necesidad de mi y yo no soy para ti más que un zorro entre cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo y yo lo seré para ti...

—Comienzo a comprender. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado.

(…) De esta manera el Pequeño Príncipe fue domesticando al zorro. Cuando se fue acercando la hora de la partida…
— ¡Ay!, ¿cómo no voy a llorar?
— Tuya es la culpa. Yo no quería hacerte mal, pero tú has querido que te domestique...
— Es verdad.
— ¿Y vas a llorar?
— ¡Seguro!
— ¡No has salido ganando mucho!
— Sí he ganado. He ganado a causa del color del trigo... Vete a ver las rosas, comprenderás que la tuya es la única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré el secreto.

Antoine de Saint-Éxupery, El principito

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