El mismo día de tu anuncio triunfal, que te salió rana porque nosotros seguíamos a por uvas, jugamos a las matrioskas sin saberlo. Creo que era la primera vez que jugábamos a algo los tres. No es tan divertido jugar si no sabes que estás jugando, ¿a que no? Pues así estábamos nosotros, en babia total.
En fin, que la compinche y yo nos metimos en este edificio, un museo de ciencias al que volveremos cuando salgas de ahí. Y dentro estábamos como Jonás en el vientre de la ballena: asombrados (tienen cosas increíbles allí), bastante anchos, y mecidos por el rumor del mar.
En el museo había varias exposiciones. No perdonamos ni una, somos curiosos, ya te darás cuenta. Pero te quería hablar de lo que nos pasó en ésta.
Allá que nos metimos también, y ¿qué nos encontramos? Pues de pronto nos vimos dentro de un gigantesco útero, mirando a un fetillo de tres metros de longitud, iluminados por una luz cálida y rojiza, escuchando el latido grave y rítmico de un corazón.
Tardamos lo nuestro en darnos cuenta, de hecho pasaron semanas, pero ahora entendemos lo de las matrioskas: la ballena tenía dentro una mujer (de mentira), que tenía un útero (de palo), que nos acogió a la compinche y a mí (reales), ella a a su vez con su útero dentro (de verdad), y dentro de él el langostinillo, o sea tú (de verdad de la verdadera), que si al final resulta langostinilla tendrá, en proceso de formación, su miniuterillo (hipotético), etcétera, etcétera, etcétera...
Vaya vértigo, ¿no?
domingo, 1 de junio de 2008
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